SALTANDO LA CERCA
(Novela)
Manuel Arias Delgado
Primera edición: octubre de 2007
Mil ejemplares
Ediciones Empresa Familia Generaciones, S. C. Imprenta GBA
Portada: Manuel Arias Delgado y Héctor Arreola García
223 pp.

DATOS DEL AUTOR:
Manuel Arias Delgado es originario de Santa Bárbara, Chih. Ingresó a la ENR de Salaices en 1960 y egresó en 1966.
De su paso por la Normal se le recuerda como uno de los alumnos más completos, pues incursionó en casi todas las actividades ejes del internado: fue músico, político, deportista y miembro de la banda de guerra.
Trabajó como maestro rural durante ocho años en Balleza, San Francisco del Oro y Santa Bárbara. Después en Ciudad Delicias, del 74 al 76.
Fue maestro de preparatoria en Santa Bárbara y en Meoqui y profesor de secundaria, a partir de 1982, en Chihuahua.
Director de Educación Primaria de los SEECH de 1996 a 1998. Miembro del PCM hasta su disolución y después del PSUM. Fue dirigente del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), de 1977 a 1982, además, dirigente de la Coordinadora de las Fuerzas Democráticas del Magisterio.
Perteneció al Comité Ejecutivo de la Sección Octava del SNTE en dos trienios: 76-79 (Asuntos Profesionales) y 79-82 (Pensiones y jubilaciones).
También fue miembro del Jurado Popular para enjuiciar las elecciones de gobernador en 1986. Colaborador del periódico Novedades de Chihuahua. Consejero de la CEDH del 90 al 94. Participó en la elaboración del Proyecto de Ley Estatal de Educación.
Consejero ciudadano del 7° Distrito Federal Electoral de 1991 a 1994. Consejero del Consejo Estatal Electoral en 1995; consejero del IFE de 1999 al 2000 y del 2002 al 2003. Consejero del Instituto Estatal Electoral para las elecciones de los años 2000, 2006 y 2009.
Coautor, con Manuel Martínez Martínez, de ´Educación y Modernidad´ y ´Mitos y realidades de la educación en el Estado de Chihuahua´.
Autor de las novelas ´Oro y sílice´ y la que nos ocupa, además de un libro de cuentos llamado ´Los Sie7e rumbos cardinales´, así con un siete en lugar de la T.
Actualmente –año 2020- es director general de los Servicios Educativos del Estado de Chihuahua.
Además de este impresionante currículum, el maestro Arias es poseedor de muchas habilidades. Una de ellas, no adquirida en el internado pues no teníamos esa materia, es la soldadura. El internado tiene la virtud de sentar las bases en el estudiante para que desarrolle más adelante otras habilidades.
Arias profundizó en el trabajo de soldador, haciendo todo tipo de trabajos, como barandales, ventanas, portones, dominando además técnicas avanzadas como la soldadura con argón, gas químico para hacer trabajos finos con metales especiales como el aluminio.

SINOPSIS:
Saltando la cerca es una novela con cuatro capítulos: Saltando la cerca; El internado, un desconcertante y maravilloso mundo; El último año en la Normal y La vida profesional.
Saltando la cerca es una metáfora de lo que le pasó a Rodrigo en su infancia cuando se desprendió del hogar paterno para irse al internado a estudiar para maestro. En muchas otras ocasiones tuvo que saltar la cerca.
Es una cerca de alambre de púas con cuatro hilos la que se muestra en la fotografía de la portada, en donde un niño realiza la acción de escalarla. El primer hilo es cuando Rodrigo sale de su casa hacia el internado, pasando de la miseria material en que su familia vivía a tomar los tres alimentos, conducta que lo acompaña a lo largo de esta historia. El segundo es no seguir los pasos mineros de su padre, su abuelo y demás antepasados. El tercero, el enorme amor que sus padres le prodigaban, al cual nunca debe renunciarse, y el cuarto, el miedo a lo desconocido.
Saltando la cerca es una novela de corte testimonial con un fuerte ingrediente autobiográfico, nos dice María Silvia Aguirre Lares, quien hace la introducción.
La historia aquí contada nos muestra cómo en la sencillez el hombre se engrandece y en la soberbia y la prepotencia, desaparece, se esfuma, afirma Lolita Carrasco, autora del prólogo, quien reconoce en Manuel al hombre, al profesor, al líder, al artista, al intelectual, al amigo que sigue saltando la cerca.
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Rodrigo se va a la escuela Normal para presentar la prueba de admisión. 450 niños aspiran a la beca. Al llegar a la preciosa escuela hace un reconocimiento de la misma.
Le encuentra forma de C y la describe de manera maravillosa, con todos los anexos estratégicamente ubicados, de manera que permiten el sano desarrollo de los estudiantes. El ambiente es ideal para formar profesores.
“Rodrigo descubrió las porquerizas, en donde encontró más de 50 cerdos gordos entre los que destacaba uno de la raza Yorkshire, que pesaba unos 250 kilos, un monstruo comparado con los de la raza criolla que él conocía, de apenas 20 kg”.
Sigue con la descripción de la primera noche en el internado. Luego la presentación del examen y el gusto de verse en la lista de aceptados.
La primera clase fue de Biología, a las seis de la mañana. Extraña clase en donde el profesor envió a los 56 alumnos a buscar una liebre para estudiar su anatomía, encontrando una en la pista de atletismo, pero que no se dejó agarrar; todos se regresan al aula en donde el profesor lee un libro ajeno a la Biología y la “clase” termina.
Dos días después vuelven a tener esa clase y el maestro hace lo mismo. La liebre aparece en la pista y los 56 alumnos la persiguen, sin cazarla. Los alumnos, con el profesor Calderón, sólo avanzan hasta la página 8 del libro, en donde aparece la figura de un conejo mostrando sus órganos internos. A los tres meses llega otro profesor a hacerse cargo de la clase y a marchas forzadas saca el curso.
Se realiza la asamblea estudiantil, en donde se rinde el informe por parte de los delegados al congreso de la FECSM y Rodrigo aprende nuevos conceptos: proletariado, burguesía, lucha de clases. Se rinde el informe de raciones y nuestro personaje se da cuenta que la SEP manda sólo 4.25 pesos diarios por alumno para las tres comidas, lo que explica el porqué la comida es rica en carbohidratos y pobre en proteínas.
Narra su convivencia con Jorge Gallardo Ogaz y con Luis Caro, nacidos en la hacienda, y la pobreza material en la casa del primero, mientras su madre muere lentamente…
Con los dos compañeros anteriores forma un trío no sólo musical, pues lo es para todo: estudiar, jugar en las canchas, compartir el casillero y la ropa.
Fueron Luis y Jorge sus dos mejores amigos en el internado y firmó con ellos un pacto de amistad al hacerse cada uno una punción con una espina en un dedo y mezclar las tres sangres con apretones efusivos de sus manos. Aunque ya al salir de la escuela Rodrigo no vio a Jorge hasta 25 años después y a Luis a los diez años.
Rememora Arias -a través de Rodrigo- las prácticas docentes y al profesor Andrés Silva Zavala, maestro de Técnica de la Enseñanza…
Otras cosas más recuerda del internado: el majestuoso tinaco que almacenaba 40 mil litros de agua para solventar la necesidad del vital líquido de cerca de 400 personas, entre alumnos, maestros, familias de los maestros, personal de apoyo. Además del centenar de animales que en la escuela se criaban.
Los falsos luchadores que habitaban en un cuarto fuera del edificio, en donde pusieron un letrero que decía ´Kremlin´, sintiéndose los más avanzados política e ideológicamente, aunque en realidad sus intentos eran divisionistas… Se trataba de personas radicales de palabra y reaccionarios en los hechos.
Recuerda la música en la orquesta; Abelardo y Óscar García, hermanos entre sí, el Gilillo y otros músicos como Jacobo, Rubén y Mario, sustituidos al egresar como maestros, por Héctor, Enrique e Isaías.
(Todos los nombres son reales, los conocimos; por eso se reitera que este es un libro autobiográfico en donde Manuel se llama Rodrigo).
Aparece entre sus amistades Amador Terrazas Álvarez, quien le enseña a tocar la corneta y se convierte en su padrino para que ingrese a la banda de guerra, dando Rodrigo otro paso en su formación integral como maestro.
En todas estas etapas, el autor habla de lo feliz que fue en los seis años que duró en el internado.
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Los últimos meses del año escolar 1665-66 fueron de preparativos para la graduación. Los 56 nuevos maestros iban plenamente preparados para enfrentar la realidad de su docencia, ya fuera en la sierra, en el desierto o en la llanura; en cualquier escuela a donde los mandaran.
La fiesta resultó alegre y amenizaron dos orquestas. Fue el último día, el último almuerzo, el último pase de lista y el último adiós. Algunos no se volvieron a ver en años. Cada quien tomó su derrotero.
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Comienza la vida profesional en los últimos de agosto del 66. Aborda un autobús de los Ballezanos que lo lleva hasta la cabecera municipal tras ocho horas de viaje, con una interrupción al encontrar un río crecido que tuvieron que cruzar en lanchas, para llegar a la otra banda en donde los esperaba otro camión.
Después, una hora en troca, hasta cierto lugar y cuatro más a pie, hasta la comunidad.
La primera reunión con los padres de familia, enemistados entré sí, los de arriba contra los de abajo. Al iniciar la reunión todos dejaron las pistolas en una casa cercana, la de don Gustavo, que se había mantenido neutral en el pleito.
Rodrigo logra atemperar las enemistades al decidir que dormiría en una de las casas de los de arriba y daría las tres comidas en una de los de abajo.
Recuerda a sus 32 alumnos, el primer desfile, la fiesta escolar, la declamación del padre de familia que pidió participar…
Una boda, desde la petición de la novia, narrada con gracia por el autor. Y el mero día de la boda, el baño de toda la gente: las mujeres en una parte del río y los hombres a cien metros más abajo…
Muy bonita la narrativa de Arias. Al leer su novela nos parece que lo estamos oyendo.
Su amigo Ché Carmona, viejo que toma la sabia decisión de terminar con las apuestas en las carreras de caballos, pues eran motivos de pleitos que terminaban en muertes.
La barda chueca de don Madaleno, que no se cayó a pesar del diluvio en la sierra. En fin, muchas experiencias de Rodrigo pasadas en esa parte del estado de Chihuahua.
También narra la ironía del inspector escolar, lacayo de la política oficialista y su contubernio con la parte sindical.
La huelga por aumento salarial y los intentos del secretario general por impedirla.
La historia tiene un cierre lleno de dignidad:
“Cuando Rodrigo era estudiante del internado supuso que era normal que todas las personas fueran honestas, sin dobleces, porque así eran sus compañeros, sus maestros y todos los que en aquel micro universo convivían; el cinismo y la desvergüenza no los conocía y menos los perfiles de maldad que en sus primeros años de servicio estaba por conocer”.
El 7 de mayo, cuando preparaban la fiesta de las madres, el represivo inspector citó a Poncho y a Rodrigo a su oficina, interrumpiéndoles su trabajo. Deberían llevar listas de asistencia, preparaciones de clases, material didáctico, actas de reuniones, registro de ahorro escolar, actas de nacimiento de todos los niños… Nada más para fastidiar.
Al no llevar todo, el “inspector” les levantó actas administrativas y los puso a disposición de la Dirección Federal de Educación. Fueron reubicados cerca uno de otro. Empezaron a recorrer escuelas y por su activismo los maestros los nombraron secretarios generales de sus delegaciones. Asistieron a un Congreso. Pero fueron boicoteados en su trabajo sindical.
El inspector tenía en sus manos los cambios, los ascensos, las hojas de préstamo, y las reuniones sindicales bajaron en asistencia. No se podían tomar acuerdos.
Parecía imposible remontar las trapacerías del inspector y la indiferencia de los maestros. Casi todos los inspectores habían sido cooptados por la dirigencia nacional del SNTE para que hicieran el trabajo sucio.
Los cinco dirigentes estatales convocaron a una manifestación y hubo buena asistencia, de ocho mil asistieron cuatro mil. Las calles se llenaron, pero la sociedad permaneció indiferente.
El SNTE nacional mandó entonces un ejército de porros para que fueran escuela por escuela ofreciendo hojas de préstamo, créditos hipotecarios y otras cosas con el fin de quebrar voluntades. Cesaron a algunos dirigentes, a otros los cambiaron por necesidades del servicio... decían. (Ramón Sánchez Soto, Manuel Guardado Barrón y la maestra Bárbara Sixtu Urquiza, por ejemplo. Nota de quien hace el resumen).
Hubo miles de deserciones. Cuadros probados en la lucha magisterial se pasaron al otro bando convirtiéndose en detractores de las causas que antes enarbolaban. Pero Poncho y Rodrigo eran tercos. Siguieron en la lucha mientras que los nuevos dirigentes sindicales hacían las veces de autoridades educativas.
Los inspectores otorgaban cambios, ascensos, haciendo una acción de pinza con muchos secretarios generales.
Con este final, Arias rinde un homenaje a los maestros que se mantuvieron firmes y escribe nombres entre los que creemos adivinar a esos admirables compañeros que no renunciaron a sus principios.
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Y así llegan a la pre jubilación los dos entrañables amigos.
¿Qué harás cuando te jubiles?, pregunta Poncho a Rodrigo.
Probablemente monte un tallercito de soldadura, siempre me ha gustado- dice Rodrigo. O tal vez regrese a la música. Y algo más: escribir, escribir, escribir…
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GRUPO J.A.M.S.
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Ramón Gutiérrez M. Noviembre de 2020, año de la pandemia.