foto1
foto1
foto1
foto1
foto1
BIENVENIDOS A NUESTRO PORTAL

ANUNCIOS

QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA GENERACIÓN 1957-1963

ESCUELA NORMAL RURAL ABRAHAM GONZÁLEZ

DE SALAICES, CHIH.

Semblanzas, biográficas, evocaciones, poemas, reflexiones, composiciones y reseñas

 La imagen puede contener: exterior

EL SISTEMA SALAICINO

HÉCTOR ELÍAS VÉLEZ REALIVÁZQUEZ

 

INTRODUCCIÓN

Este es un artículo de crítica al sistema salaicino. Es una crítica fundamentada que invita a la reflexión y al análisis, independientemente de que la compartamos o no.

 Vélez llega al internado a los 17 años de edad. Llevaba ya la madurez que algunos empezamos a tener cuando egresamos como maestros. Era, además, uno de los alumnos más destacados y estudiosos de este grupo diverso de la G. 63, donde había muchos talentos.

 Procedía de Ciudad Guerrero, Chih., una población que fue fundada por los jesuitas Tomás de Guadalajara y José Tardá, en 1676, con el nombre de Misión de Nuestra Señora de la Concepción de Papigochi.

 El maestro Vélez cuestiona al internado por las formas de imponer la colectividad a las individualidades. Estando en tercero de secundaria se encuentra ante una disyuntiva: ´o eres político o eres profesor. No puedes ser las dos cosas al mismo tiempo´.

 Hoy, a 50 años de haber egresado de la normal rural. podemos preguntarnos -como lo hizo Vélez-: ¿Se puede ser político y buen maestro a la vez? Se queda la pregunta para la reflexión. 

 Muchos terminaron la secundaria en Salaices y se fueron a  estudiar una carrera universitaria. Tenían la madurez suficiente para elegir qué camino tomar, además de que se les presentaban factores favorables para cursar otra carrera.

 Por el contrario, hubo otros compañeros que arribaron a Salaices después de cursar la secundaria en sus pueblos. Estaban convencidos de que querían ser maestros, pues a esa edad (15 o 16 años) ya se tiene la capacidad de discernir lo que se quiere. Ellos son muy fieles a Salaices y resultaron excelentes maestros: Balta, Tacho, Gallardo, Tarín, Nacho Cárdenas, Giner, los cuatro sampetrinos de la G. 63 (Marcelo Esparza, Memo Benavides, Mario García y Juan García), por citar a algunos.

 Hay otros compañeros admirables que cursaron la Normal en Salaices, se graduaron como maestros, trabajaron un buen tiempo en el aula y cursaron una carrera universitaria, lo que los hace merecedores de nuestro reconocimiento: Quico Salazar (G. 57), Carrera, Figueroa, Juanillo, varios más.

 Algunos compañeros con espíritu aventurero, pocos por cierto, se cambiaron de Normal por permuta, tan solo para ir a conocer otros lugares, como fue el caso de Juan Mendoza y Juan Manuel González de la G. 70, que permutaron a Jalisquillo, Nayarit, llegando de allá otros dos compañeros con iguales propósitos que los dos Juanes de Chihuahua.

 Hubo compañeros que se fueron a otra normal rural no por decisión propia, sino por cuestiones políticas cuando hubo polarización de posturas, o porque habían cometido alguna falta más o menos grave y que se les daba esa oportunidad para que salvaran su carrera.

 Otros más no egresaron de Salaices porque se incorporaron al Plan Chihuahua, pues faltaban maestros en el campo. Fueron llamados por el gobierno a finales de la década de los 50 y se les dio plaza estatal, concluyendo sus estudios en el Instituto Federal de Capacitación al Magisterio. 

 Un caso sui géneris fue el del compañero Vélez Realivázquez, quien cambió la normal rural por la urbana, decisión muy respetable. Dejó Salaices en 1960, cuando terminó tercero de secundaria. Aquí explica las razones.

La imagen puede contener: 1 persona, dibujo 

 El maestro Héctor Elías Vélez, con bases muy firmes, apoyadas en la Axiología y en la Teleología de la educación,  en su artículo “El sistema salaicino” (p.p. 216-250) del libro que nos ocupa hace una crítica al sistema de internado en Salaices. Su análisis es digno de ser tomado en cuenta dentro de la Investigación Educativa.

 Este solo artículo, junto con otros cuatro que el maestro aquí presenta, son merecedores de un libro especial, por la profundidad en el análisis.

SINOPSIS

El profesor Héctor Elías Vélez nació en Ciudad Guerrero, Chihuahua. Llegó a Salaices en 1957 acompañado de su madre. Tenía 17 años.

Parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, Chihuahua -  TuriMexico

Parroquia de Ciudad Guerrero, Chih.

 En primera instancia, el maestro Vélez reconoce la grata impresión que experimentó al llegar al internado. Era de noche cuando llegaron a Salaices, siendo alojados en una de las aulas habilitadas como dormitorios. Al día siguiente sería la prueba de admisión. Despertaron con el toque de corneta. Se les indicó que pasaran al comedor a tomar un modesto desayuno.

 Luego vino el examen, en el casino, en el comedor y en los salones de clases. “Todos, trabajando codo con codo, como una inmensa colmena donde cada quien hacía su parte, vimos a directivos, maestros, empleados administrativos, alumnos de guardia", dice el maestro Vélez.

 En menos de dos días habían alimentado y alojado a cientos de personas, entre aspirantes y padres y aplicado y revisado el examen para obtener una lista de treinta y tantos aceptados. Ahí mostró Salaices los valores de hospitalidad, amabilidad, organización, trabajo en equipo, solidaridad, cortesía y honestidad en el manejo de la admisión. La Axiología estaba presente.

 Desde el primer día, Vélez captó la fuerza de la autoridad y cuidó no bajar un solo punto en conducta; conservó los cien puntos en los tres años que permaneció en la escuela.

 “Lo logré controlando mis emociones, sentimientos y deseos”, dice. Nunca cayó en provocaciones que lo hicieran violar el código de disciplina, lo que le valió críticas de sus compañeros. “Me había propuesto vencer al sistema y no permitir que este me venciera; no permitir que me quitara la beca, mi único recurso en esos años para asegurar mi futuro”.

 “Eso explica por qué siempre se me vio pegado a los libros, desvelándome en la biblioteca a la luz de un quinqué, pues la planta se apagaba a las 10 de la noche”.

 Vélez se desvelaba estudiando matemáticas, historia e inglés. Además se interesó por la biología, la política, el español, las ciencias de la tierra. Estaba ávido de desenmarañar temas como la reproducción humana. Llevaba el hábito de la lectura y ahí, representando a su grupo en la comisión de biblioteca y teniendo llave de la misma, estudiaba horas extras después de cumplir dos tercios del día en actividades escolares.

 Vélez era uno de los alumnos más sobresalientes de su grupo; lo dice Barrio Terrazas cuando afirma que él “estaba entre los primeros diez en la prueba de admisión, junto con Quiñones, el güero Vicente, Vélez y otros más”.

 Es sincero el Maestro Vélez al narrar qué fue lo que sintió durante los años de internado. Por lo general todos los que pasamos por esas aulas nos desbordamos en halagos hacia nuestra escuela, hablando mucho de sus fortalezas y muy poco de sus debilidades.

 “Sufrí un grotesco y cruel ataque a mis creencias religiosas por parte de un maestro, Guillermo Muñoz Acosta, con lo cual reforcé mi convicción de mantener a salvo mi fe”. Dice el maestro.

 Le impactó la Banda de Guerra, a la que consideraba uno de los pilares en que se apoyaba el sistema salaicino. “La escolta estaba integrada por seis elementos, uno de cada grupo, el de mejor aprovechamiento. Me tocó estar en ella”.

 El comedor era el recinto de las asambleas estudiantiles donde se daban infinidad de debates. “Ahí deje de sentir miedo a hablar en público”.

 Los trabajadores de apoyo eran de origen campesino, lo que me hizo sentirme como en casa. “Acrecenté el gusto por los trabajos físicos. Disfruté los grandes espacios y los caminos y acequias sombreados por álamos. Esos paisajes provocaban en mí la reflexión y me invitaban al estudio”.

 El quedarse en la escuela en los días de asueto o en los fines de semana, por no tener dinero para viajar a Guerrero, hizo posible su convivencia con compañeros de otros grados que estaban en igual situación. “Para externar nuestras ideas, para conocernos, para fraternizar”.

 “No aprendí ningún deporte, me dedique al estudio y a la política. Solo practique carreras de resistencia de 1500 y 3 000 metros”.

 “El cartero era Manuel Moncada Salazar, QEPD. Nunca dejé de recibir 20 pesos mensuales que me enviaba mi madre. Recibía también, por haberlo solicitado, un boletín de la embajada soviética en México que afirmaba nuestra convicción de que el socialismo desplazaría al capitalismo del planeta”.

“El sistema salaicino prohijaba el separatismo entre alumnos de profesional y de secundaria”. Habla Vélez de privilegios para los de profesional, quienes se consideraban un grupo superior a los de secundaria. Sin embrago, dice, ambos contingentes no constituían dos castas cerradas una a la otra, pues en el grupo inferior había la expectativa de estar en un ascenso constante que los catapultaba, grado tras grado, al contingente superior.

 Eran los “iniciados y los no iniciados”, los denomina Vélez. Existía una cuasi separación. La secundaria era la prueba de iniciación. Afirma que los alumnos de profesional no cumplían comisiones, como barrer sectores, auxiliar en tareas de cocina, panadería y lavandería, recoger basura y limpiar establos. “Las comisiones en Salaices eran una imitación de los destacamentos de las colonias rusas de Makarenko, en Ucrania.”, dice.

 Critica la retención del PRE (Partida de Recreación Estudiantil) a los alumnos de secundaria, por parte de los de profesional, con la anuencia del Comité Ejecutivo. Le llama despojo a esa retención y habla de los métodos no democráticos para conseguirlo, como “amordazar a los líderes de los grupos de secundaria y chantajear a los jefes de grupo”.  

 Una muestra más del cuasi separatismo entre iniciados y no iniciados era despojar de las cobijas los primeros a los segundos, en tiempo de invierno.

 (Es verdad que había casos esporádicos de robos de cobijas, pero no era lo usual. El robo comprobado estaba penalizado con la expulsión definitiva. No era una acción frecuente andar robando cobijas a los compañeros en tiempos de frío, pues uno de los valores que más se fomentaba en el internado era la solidaridad. Nota del redactor.).  

 Al pasar a profesional, dice Vélez, “el alumno pasaba a otra condición, la de iniciados, es decir la de auténticos salaicinos, con todos los derechos y prerrogativas”.

 Habla de otras formas de canalizar las emociones negativas de los alumnos: la delegación deportiva para las Jornadas, ser miembro de la Banda de Guerra o del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Alumnos, triunfar en concursos de oratoria, participar en el orfeón o en la escolta.

 “En lo personal, me vi obligado a retirarme voluntariamente de la institución al concluir la secundaria. Actualmente, a 50 años aún camino por la ruta que el sistema salaicino me trazó en mi juventud”.

 “Menciono solo a aquéllos que ejercieron en mi persona una notable influencia educativa: algunos maestros, un docente que fue mi jefe en la biblioteca, los compañeros que de 1957 al 60 dirigieron cuatro comités ejecutivos, a los representantes de la FECSM que nos visitaban…”

 “El profesor Pallares era la única persona que hablaba inglés en Salaices. De él nació mi interés por aprender ese idioma. De él admiré sus valores: congruencia entre el decir y el hacer; disciplina y sobriedad en sus actos personales; responsabilidad, diligencia y puntualidad; organización, seguridad en sí mismo; sencillez en el vestir y dignidad para caminar; entrega a la tarea educativa. Pallares hizo que en muchos naciera el gusto por la música, con el Orfeón que organizó y al que pertenecí”.

 “Al profesor Guillermo Muñoz Acosta le reconozco el  mostrarse enérgico y seguro de sí mismo, la forma sencilla de explicar los hechos históricos; empero, me incomodé cuando aderezaba sus explicaciones con su letal forma de juzgar lo que él consideraba fanatismos, prejuicios o servidumbres. Era un maestro emanado del cardenismo; todo libresco pero súper motivante.”

 Reconoce que su gusto por la historia se lo debe al maestro Muñoz, por lo que no vaciló en elegir esa especialidad en la Normal Superior José E. Medrano, en 1964.

 De otros maestros también recibió influencia. “El maestro Roberto García Montes fue un ejemplo de mesura, prudencia, juicio claro y certero. Siempre amigable y optimista. Su entusiasmo por las matemáticas y su dominio de ellas influyó en nosotros”.

 “El profesor Inocente Fernández, ejemplo de humildad, nos enseñó la técnica para hacer dibujos en perspectiva. El maestro Armando Rivera Páez, de Geografía, que respondió a mi pregunta sobre cuál es un buen profesor de primaria: ´Es el que escucha al alumno con  atención, contestándole sin enfado y sin cansarse nunca, armado de paciencia´”.

 “Con esto que me dijo, mi vocación se materializó. Más adelante el profesor Luis Urías Belderrain, en la Normal del Estado, diría lo mismo sobre el comportamiento docente”.

 “El profesor Ángel Nájera Contreras, cultísimo maestro, fue coherente y profundo en sus razonamientos, tenía facilidad de palabra y una inteligente manera de comunicar bellísimos y emotivos pensamientos”.

 “El profesor Jaime Álvarez nos enseñó la física y la química, pero  muy pronto dejó estas materias para impartir otras al ciclo profesional, dejando en mi persona un hueco que luego se convirtió en cicatriz”.

“La comunidad salaicina fue un formidable moldeador de mi carácter. Nos enseñó que los intereses colectivos están por encima de los individuales”. “Si la comparamos con la comunidad de donde proveníamos esta comunidad actuaba como una contra sociedad donde se formaban conductas exclusivamente colectivistas”.

 “En ese ambiente nadie con conductas individualistas era bien visto. Si alguien quería lucirse en lo individual, la colectividad se encargaba de ponerlo en la realidad con reprimendas, silbidos, alaridos o ruidos altisonantes”. 

 “Había maltratos físicos y verbales, bromas pesadas, apodos denigrantes, palabras peyorativas. A algunos que no contábamos con un apoyo en los grupos superiores nos provocó un shock anímico y existencial. O nos ajustábamos a lo que la colectividad quería de nosotros o de plano, nos íbamos de la escuela”. Dice Vélez.

 “Me adapté a la nueva vida a partir del tercer mes. A la larga, estos aprendizajes me fueron útiles, como docente y como persona”.

 “Obtuve cierto grado de formación política en las asambleas de sociedad de alumnos. La adquirí oyendo los debates; hablar requería de valor y seguridad en uno mismo y saber qué decir. Todo me sirvió en mi labor como maestro y director”.

 “Mi idea inicial de la política se fue aclarando en 1960. Tenía que tomar una decisión: ¿Profesor o político?”

“Mis vacilaciones acerca del rumbo que debía tomar mi vida, al observar a los líderes de la FECSM o de la escuela, me impulsaron a decidirme por alguna de las opciones: Poner mi formación docente por encima de la política o acrecentar mi capacidad como líder estudiantil. Otra era combinar ambas tareas”.

 “Fui miembro del Comité Ejecutivo desde segundo de secundaria y en tercero estuve a punto de ser secretario general. Ser las dos cosas -profesor y político- no era lo mío. Necesitaba ser profesor. Por lo tanto, puse tierra de por medio, dejando atrás una de las mejores normales del país”.

 

♣ 

DATOS BIOGRÁFICOS DE HÉCTOR ELÍAS VÉLEZ

Nació el 9 de agosto de 1940 en Cd. Guerrero, Chih. Sus padres fueron Natividad Vélez Castillo y Susana Real y Vázquez Quintana.

 Fueron cinco hermanos: dos hombres y cinco mujeres.

 Su esposa es la maestra Alicia Salas Galindo. Sus hijos son tres: Karla (Arquitecta), Héctor Elías (Médico ginecólogo) y Luisa Fernanda (Ingeniera Industrial).

 Cursó la Normal Básica en la Escuela Normal del Estado de Chihuahua y la especialidad de Historia en la Escuela Normal Superior José E Medrano.

 Es Licenciado en Filosofía por la UACH. Tiene una Maestría en Investigación Educativa por la UACH. Laboró en secundarias estatales.

 En Media Superior, fue maestro en escuelas particulares, además del CBTIS 122 y el Bachillerato Pedagógico de la Normal del Estado.

 Impartió cátedra de Historia en la Normales Superior José E. Medrano, en el IFCM, en la Normal del Estado de Chihuahua y en Educación para Adultos. Fue miembro del jurado calificador para seleccionar el Libro de Texto de Historia y Geografía para tercer grado de primaria.

 

♣ ♣ ♣

Redactor: Ramón Gutiérrez M. Diciembre de 2020, año de la pandemia.

 

 

 

 

Login Form